Eric Flores Taylor: «Apuesto por entretener y hacer pensar a los lectores»

Eric Flores Taylor habla de sus verdades como escritor y podría decirse, como bien se afirma desde lo popular, que no tiene “pelos en la lenguaâ€. Cáustico a veces, amigo siempre, Eric y yo nos conocemos desde el año 2016: él era por entonces un joven aspirante a escritor y yo poco menos que eso, una muchachita que daba sus primeros pasos en el mundo de la creación. Parte del camino del arte lo hemos recorrido juntos. Pero siempre que converso con Eric encuentro nuevos motivos para nuevas preguntas.

—Tu libro El bestiario Pavlov contiene nueve cuentos que has escrito recientemente. ¿Cuándo crees que un escritor alcanza su madurez creativa? ¿Qué temáticas o figuras aparecen representadas en este texto específico?

—Interesante pregunta la primera. A mi entender, la madurez creativa va de la mano tanto con el desenvolvimiento que se adquiere con el lenguaje y la narrativa como con la aceptación del público. En mi opinión, ningún autor debe conformarse con menos: hallar plena satisfacción y profesionalismo en su rama creativa y disfrutar del reconocimiento de los lectores. Esa madurez es difícil de conseguir, más en nuestros lares; sin embargo, creo que aún habiendo atrapado esa elusiva presa que es la fama y la capacidad de mantenerte económicamente haciendo lo que te gusta, aún después de esto, debes seguir buscando más allá, pues si declaras la montaña escalada, en cierta medida, dejarás de escalar en el futuro.

Sobre las temáticas de El bestiario…, pues puedo decir que es la colección más variada que he preparado. Contrario a otros libros de cuentos de mi autoría, este no tiene una temática central, como fue el caso de Jaurías…, o un género específico, como sucedía con En La Habana es más difícil. El bestiario Pavlov tiene variedad de personajes, desde un gato, un ratón y una casa en un trío caótico, hasta una masa de ancianos que emigran a expensas de abandonar a su suerte a las siguientes generaciones. Los temas también son un poco anárquicos, aunque siempre apuesto por entretener y hacer pensar a los lectores. En este aspecto toco nuevamente alguna que otra leyenda urbana o crónica roja, que tan bien funcionó con Jaurías…, pongo mucha imaginación, ironía y guiños a situaciones y estereotipos que cualquiera puede reconocer e identificar (o identificarse). Hasta cierto punto, esta colección es la mayor catarsis literaria que he hecho en mi carrera como autor, pues recoge mucho de mi parecer como persona volcado en las circunstancias y breves epopeyas que viven mis personajes.

—Cada uno de tus libros, ¿marca un antes y un después en tu obra, o prefieres verlos como un proceso continuo?

—En verdad nunca los he visto como un proceso continuo. Si acaso como una muestra de mi evolución como escritor, primero, y luego como autor. Tampoco pienso que haya un antes o un después, porque tarde o temprano vuelvo a retomar algún elemento y retorno a los orígenes del relato fantástico, de ciencia ficción y terror. Por lo tanto, me quedo con lo que te dije anteriormente: es un proceso de evolución donde intento mejorar con cada libro; crecer como escritor y buscar presentarle una mayor apuesta a los lectores, para que así ellos crezcan junto a mí, hasta conformar una relación estable, sólida.

—¿En qué se diferencia El bestiario Pavlov de tus propuestas narrativas anteriores?

—Creo que ya algo de eso adelanté en la segunda pregunta que me hacías. El bestiario… es un libro de cuentos al estilo antiguo y, si me permites, voy a explicarme. Varios de los mejores libros de cuentos que conocemos hoy no tienen una temática común, un hilo central ni nada semejante. Cierto que en estos tiempos las llamadas “cuenti-novelas†y las colecciones que se retroalimentan de sí mismas no son solo moda, sino también una evolución en la manera de acercarse al lector. Pero como todo en nuestro mundo es cíclico, ¿por qué no apostar por una colección de cuentos que no tengan nada que ver entre sí? Tal y como lo hicieron en su momento Cortázar, Maupassant, Poe. No obstante, no dejo de admitir que hice un poco de trampa e incluí en El bestiario, tres cuentos que están interrelacionados y que pueden leerse de manera independiente, pero que cobran mayor fuerza cuando el lector consigue enlazar la trama. Aun así, esos “tres mosqueteros†no tienen nada que ver con el resto de los relatos. En fin, esto es lo que más diferencia este libro de otros escritos por mí; por lo demás, nuevas historias fantásticas y realistas, en tonos grises que buscan hacer invisible la línea entre la cotidianeidad y el delirio.

—¿Cómo sería tu lector ideal? ¿Qué le pides a ese lector a la hora de enfrentarse a uno de tus textos? ¿Cómo te gustaría ser leído?

—Mi lector ideal es aquel que no deja de leer, que termina mi libro y busca otro más, mío o de otros autores. Un lector desprejuiciado en cuanto a géneros narrativos y que le guste enfrentarse a nuevos retos. Si a todo esto le puedes incluir un toque de fidelidad, pues perfecto.

Lo único que le puedes pedir a un lector, desde mi punto de vista, es que te haga el honor de hojear tu texto y lea las primeras líneas de la obra; el resto siempre estuvo en tus manos y en tu capacidad como autor. Yo apuesto por atrapar en esas primeras líneas, en el primer párrafo y en la presentación de la obra. Luego solo pido que les den una oportunidad a esos textos que están pensados exclusivamente para los lectores.   

Supongo que me gustaría, en algún momento antes de pasar a otro plano, ser leído de manera más analítica. Aunque reconozco que en mis comienzos solo me preocupé por el nivel anecdótico de mis historias, he ido descubriendo que en todas hay mensajes, secretos de mi entorno y de mi realidad que se han colado en las obras; mi manera particular de ver el mundo y la vida está dentro de estos textos. He tenido la oportunidad de que algunos lectores me hayan comentado de haberlo visto en libros como Entre clones anda el juego y Jaurías; mientras que otros como Crónicas de Akaland o En La Habana es más difícil pasan desapercibidos y pocas veces provocan una segunda lectura o una mirada más profunda para descubrir todo lo que escondí en esas cuartillas. Supongo que es parte de la rutina de un autor; no sé si cuando Oscar Wilde publicó El retrato de Dorian Gray, todos sus lectores entendieron la representación directa que hacía el autor de su sociedad, más allá de otros guiños que oculta ese libro, o si acaso fue el tiempo quien tuvo la última palabra. La crítica académica y los estudiosos de la literatura pueden ayudar en este objetivo, pero nunca he contado con esa gracia que otros autores alcanzan en ese nivel. Bueno, lo dejo en manos del público y del tiempo.

—¿Te consideras aún una “joven promesa†o sientes que es una etiqueta que no hace justicia a la calidad de tu trabajo? ¿Es hora de revisitar conceptos añejos como, por ejemplo, este?

—No me consideraba joven ni cuando tenía 22 años. Pocas veces me etiquetaron como «joven promesa», quizás porque muy pocos llegaron a verme como «promesa» en sí; cuanto más un bicho raro que nadie se explica jamás como llegó a hacer nada (risas). Bueno, con esto quiero decir que lo de joven promesa no me afecta ni a mí ni a mi trabajo, aunque sé que es una etiqueta difícil de quitarse de arriba, más en un ámbito cultural como el nuestro, donde los jóvenes son los más discriminados en muchos sentidos. Creo que mi trabajo está sostenido sobre bases lo suficientemente sólidas como para no sentirme, en estos momentos, socavado por un epíteto tan deslucido.

Sobre la hora… la hora es ahora y siempre. Hay una gran gerontocracia cíclica en el mundo literario en que nos movemos. Sin embargo, las mayores editoriales no creen en eso y, rigiéndose por el mercado, dan oportunidades a «jóvenes promesas» que pasan a ser «aclamados autores» de la noche a la mañana porque ya contaban con la calidad necesaria. En nuestro panorama no tenemos la oportunidad de comparar de manera eficiente y correcta la calidad de un autor en correlación con la aceptación del público. No nos enfocamos en el mercado, luego es fácil perder de vista que es la juventud la que más puede relacionarse con su propia generación y generar, renovar lectores. Por el contrario, una «élite» literaria puede aplastar con un comentario una carrera, o al menos hacer el intento por simplemente no agradarle el carácter de la «joven promesa». De forma particular no me molesta el cartelito, sino el trato que te dan, aun cuando no te lo cuelguen. Eso sí debe cambiarse e instaurar una relación de respeto mutuo y no de subordinación automática o de menosprecio inherente a tu grupo etario.

—En este año de aislamiento social, has representado a Cuba en diversos paneles online: por ejemplo, la Feria Virtual del Libro de México y Uróboros 2020. En este nuevo mundo que nos ha tocado vivir, ¿qué importancia les confieres a los lazos y sinergias que se gestan a través de las redes sociales?, ¿crees que están cambiando las formas de comunicación del arte?

—No, no creo que esté cambiando nada; por el contrario, creo que ya existe una base bien formada de formas de comunicación para el arte por las redes y el Internet. Lo único diferente es que somos nosotros los que estamos abriéndonos a ese mundo, descubriendo que hay vida más allá del libro físico y de las ferias nacionales. En cuanto a la importancia que le veo, pienso que uno de sus puntos más fuertes es el de conectar a autores, académicos y estudiosos de las letras. Me parece que actividades de este tipo son como una señal que enviamos fuera de nuestras costas en espera de que el receptor adecuado la reciba. Claro que esto lleva tiempo, suerte y paciencia pero, si no das el primer paso, ¿cómo lo lograrás entonces? En resumen, ya la estructura existe, ahora tenemos que adaptarnos a ella y en la medida de nuestras limitaciones, tratar de introducirnos en ese universo para visibilizarnos, más aún cuando es esta acción uno de los grandes problemas para los autores del patio.

tomado del perfil de facebook de eric flores

—Tu saga Guerra de dragones es un proyecto terminado: la tercera parte de la trilogía se encuentra ya en proceso de edición en Gente Nueva. ¿Puedes comentarles a los lectores algunos detalles de la tercera y esperada parte de estos libros? Ahora, una vez culminado el esfuerzo de escribir, por más de un quinquenio, esta trilogía, ¿qué cambios has sentido que su escritura ha gestado en ti? ¿Planificas enrolarte en otros procesos de larga data en el futuro?

—Sí, tengo al menos una saga personal con tonos de trilogía, más otra en deuda con Jesús Minsal. A la mía incluso empecé a arañarle las primeras capas a principio de la pandemia, pero las circunstancias no me han favorecido con la calma y el tiempo como para avanzar lo suficiente. En otros aspectos tengo una novela grande, también con Jesús, en desarrollo y, aunque no será una saga, sí creo que tiene lo necesario como para compararse con Guerra de dragones.

Guerra es como el resto de mis obras: una evolución viva de mi manera de narrar, de escribir, de contar. Si entre la primera y la segunda parte es posible ver un salto grande en la calidad escritural, esta tercera eleva más aún las apuestas y creo que supondrá una delicia para los lectores. Pienso que la descripción y los diálogos han mantenido un nivel adecuado, mientras que otros elementos como la trama y la manera de enfocar la historia han subido de nivel. Por otra parte, las escenas de combate siguen teniendo un peso esencial en la obra: cuenta con tres capítulos enteros dedicados a batallas campales, sin mencionar otros enfrentamientos más pequeños que ayudan a matizar el resto de los episodios donde sobresalen la intriga, la política, los complots y el necesario recuento de las acciones ocurridas entre el final de la segunda entrega y el comienzo de este último tomo. Siento que con Guerra III he tocado un techo en cuanto a lo que puedo conseguir con las limitantes editoriales que tenemos actualmente; ya sabes, límite de páginas en los libros. Puede que en otro ámbito hubiera nacido una obra diferente, quizás hasta uno de esos tomos gigantes de Sanderson y Rothfuss, pero como no es el caso, hice lo que estuvo en mis manos para no traicionar ni a los lectores ni a mí en cuanto a calidad, aventura, entretenimiento y hasta complací alguna petición… que dejo de sorpresa para cuando salga el libro.

—Eres un escritor que juega con un realismo teñido de pespuntes sobrenaturales, y a veces un escritor de fantasía que habla de eventos muy reales, ¿es necesaria una definición de géneros?, ¿te gusta que te consideren un escritor de un tipo u otro de literatura?

—Ante todo soy narrador, narrador de ficción. Lo de los géneros, o subgéneros, está de más. Muchas veces utilizo la palabra profesionalidad para describir la labor de un autor y con ello me refiero a dos cosas: sostenerte con lo que haces y dentro de lo que haces, saber hacer de todo un poco. Sobre esto último es que versa mi respuesta. Me he descubierto haciendo historias con tonos románticos (que jamás pensé hacer antes), historias realistas (de las cuales me aparté mucho tiempo), de temas variados como la discriminación o el despotismo oficializado, cuentos en los que prima la experimentación estilística, el tecnicismo y el lenguaje poético (tú, que me conoces bien, sabes que esas cosas eran para mí como el ajo al vampiro). Y aquí estoy, sigo tratando de innovar cada vez que me siento a escribir, de superarme y no encasillarme en un mismo estilo, en un mismo tema o género. Ya te dije, me veo como narrador de ficción y punto. Ah, que el reconocimiento del público y algunas de mis mejores obras sean del fantástico, no tiene porque ser demérito, si acaso todo lo contrario. Y sí, el haber empezado en estos mal llamados «subgéneros» fue lo que me permitió contar con una visión lo bastante diferente como para no ser englobado dentro de ningún grupo de escritores o generaciones literarias. Pienso que ahora estoy más separado de todo y de todos, lo cual me permite una perspectiva distinta. Pero siempre puedes tener claro que nunca traicionaré mi intención de que la ficción recupere ese intrínseco carácter fantástico que tenía antes del movimiento del realismo del siglo XIX. Y tampoco traicionaré mis intenciones de algún día conseguir una obra de terror con la suficiente calidad como para que sea reconocida tanto en Cuba como en el resto del mundo.

cortesía del entrevistado

—No pocos escritores jóvenes y lectores buscan referente en ti, ¿por qué crees que sucede eso más allá de la calidad indiscutible de tu literatura?

—Hablando en buen cubano: porque no le escondo la bola a nadie. No soy de esos que dicen «métete en un grupo y has carrera hablando de cómo van a cambiar la literatura», «todo lo que haces es válido, qué bien escribes», «lee muchas cosas experimentales y raras», etc. Quienes se han acercado a mí saben que cuentan con alguien que les dice las verdades a la cara; desde «mejor no escribas» y «estudia primero una carrera y después trata de ser escritor» hasta «tienes talento de verdad, ponte pa´ esto» o «no está mal, pero tienes que arreglar…». Así fue mi iniciación en la literatura, con personas como Michel Encinosa que de una cuartilla me sacó más errores que las rectificaciones públicas después de los fracasos de un quinquenio económico. Pero no me detengo en decir lo que está mal, yo no escondo el que creo que es el camino del éxito, el que me dio resultado a mí y que puede ser o no el que le resulte a otra persona: ese es el que conozco. Otros abusan de su «poder» o de sus «reconocimientos» para usar a quienes los admiran como acólitos ciegos, sordos y mudos o, peor aún, como secuaces que transmiten una doctrina de un mismo color. Por lo demás, siempre apostamos, Jesús Minsal y yo, a ser diferentes del resto, a hacer las cosas a nuestra manera y luego ver qué pasa. Hasta cierto nivel hemos tenido resultados sin vendernos a ningún sector o grupo, creando y reconociendo enemigos en quienes fueron amigos, quedándonos solos, pero seguros de que lo que hacemos, correcto o no, es consecuente con nuestras palabras, acciones y manera de ser y pensar. Por eso, hay personas, lectores u otros escritores, que vienen y conversan conmigo o con Jesús; si cuando chocan con nuestra cruda manera de ser y de decir las cosas se asustan y prefieren otros derroteros, pues valido igual. También existen aquellos que han escuchado y consideran que la nuestra es en parte su propia verdad; algunos de estos incluso han llegado a tener sus logros, pero no gracias a nosotros, sino a su perseverancia por seguir el camino del trabajo duro, la disciplina y el amor a la profesionalidad.

—En la actualidad, ¿en qué género te sientes más cómodo?

—Si hablamos de género como tal, en el sentido más tradicional de la palabra, pues creo que en el cuento, ya que me permite una libertad de tiempo que la novela me corta. No obstante, la novela me ayuda a soltarme en cuanto a la extensión y límites narrativos, siempre que cumpla con las especificidades poligráficas. El cuento me fluye bien, aunque no domino aún los límites pequeños que tanto gustan en los concursos actuales. Me gusta la extensión de entre 15 y 20 cuartillas a espacio y medio, me siento muy bien cuando hago relatos de esas dimensiones. Otra cosa: si con el cuento pruebo o experimentos con técnicas, estilos y temáticas, es en la novela donde de verdad tengo que afinar para poder introducir esa evolución escritural sin que se afecte el ritmo de la trama ni resulte antinatural para el lector. Creo que la novela es el género que más precisa de un narrador completamente invisible y fluido, pero no por eso voy a dejar de innovar en mi escritura ni voy a limitarme a hacerlo como ya sé que funciona; por el contrario, ahora una novela es un reto cada vez mayor, tanto para mí al escribirla como para el lector que la lea y sea capaz de ver cuánto he tratado de introducir de forma invisible en el texto.

Ahora, sobre el género como temática, pues me siento muy cómodo en el fantástico y en la ciencia ficción. Me resulta bastante fluido el investigar un aspecto científico y llevarlo a un conflicto humano en un ambiente futurista o ucrónico. Mi reto en cuanto a género temático sigue siendo el terror: ni le pierdo el respeto ni me llego a sentir ducho en su realización, a pesar de haber dado algunos golpecitos a su puerta.

cortesía del entrevistado

—¿Eres un escritor que busca tener un estilo perfectamente reconocible o apuestas por la pluralidad? A tu entender, ¿un escritor debe renovarse continuamente?

—Cuando hago novelas apuesto por que mi estilo sea invisible, ya lo decía arriba, así que no creo que sea reconocible dentro de otras obras afines. Cuando hago cuentos, busco cambiar constantemente y prefiero esa pluralidad que mencionas. Sobre si un escritor debe renovarse, creo que es una decisión de cada cual. Yo pienso que sí, pero mi verdad no es la de los demás y hay quienes se sienten cómodos quedándose eternamente en su zona de confort, lo cual no veo mal; simplemente yo busco más, aunque no lo consiga del todo o pocos lleguen a reconocerlo, como también te comenté.

—De los personajes de todos tus cuentos y novelas, ¿cuál es tu favorito y por qué?

—Difícil, muy difícil. Casi todos tienen un poco de mí dentro, como es natural. Voy a apostar por darte la respuesta del primero que me salta en la mente: Hyler. El nombre es un anagrama de la isla donde habita Cthulhu, según la mitología de Lovecraft. Hyler aparece en el último cuento de Crónicas de Akaland y tiene un comportamiento muy Flores Taylor, por decirlo de algún modo. A este personaje le debo una saga completa y me encantó escribir esta escena que me gustaría compartir:

El tormento duró mucho, mucho tiempo. Tanto que cuando la mandíbula y los dientes de la mujer se convirtieron en polvo, junto al resto de su esqueleto, sus chillidos aún siguieron levantando ecos entre las galerías de la caverna. Y perder cada uno de sus huesos no fue lo peor. Ahí, tirada en el suelo, convertida en un desecho de cuero y tendones, con los órganos marcándose a través de la piel, Juth aún continuaba viva.

—Me has asombrado —dijo Lasypr dirigiéndose a Hyler—. Nunca pensé que serías tan cruel con tus propios hijos. Esa, ¿qué te hizo para merecer tanto?

—Nunca daba los buenos días —respondió el dios recuperando su espada—. Era muy maleducada.

—¿Quién es Eric Flores Taylor, el escritor, y quién es Eric Flores Taylor una vez que cierra la página en blanco?

—Supongo que la misma persona, nunca había pensado en eso. Pero mientras escribo también soy parte de los personajes, soy narrador, soy un director de cine, soy el productor de una historia que no apunta a menos que al reconocimiento del público. Cuando no escribo, soy una persona que intenta ser consecuente consigo mismo y con el mundo, soy padre y esposo, amigo de quienes se lo merecen, soy nostálgico, idealista, un poco ermitaño, trato de mantener en constante tratamiento conductual mis instintos más apasionados, pero sobre todo, soy honesto y sincero hasta el punto de buscarme más problemas, enemigos y malas opiniones de las que puedo contar o recordar. Pues como dice Sabina en una de mis canciones favoritas: «por decir lo que pienso, sin pensar lo que digo; más de un beso me dieron y más de un bofetón».


Elaine Vilar gana Premio de la Ciudad de Camagüey (+Video)

La escritora Elaine Vilar Madruga (La Habana, 1989) ganó el Premio de la Ciudad Silvestre de Balboa por la pieza teatral Soledad, resultado hecho público como parte de la Semana de la Cultura Camagüeyana.

Se alzó entre las 18 obras de autores de siete provincias, con el seudónimo de Silas y el texto dedicado a la relación de madre e hija ante el conflicto por las pérdidas y las búsquedas en la construcción de identidades.

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 El no tan mágico mundo de la Señorita (des)tiempo

Le debo a la amiga Santa Massiel Rueda el préstamo del libro El mágico mundo de la Señorita tiempo.

Se trata de una noveleta infantil sobre las aventuras que viven unos niños en su tiempo de vacaciones, después de descubrir la casa de un personaje singular, la Señorita Tiempo.

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“Celestino†convoca en Holguín

Vuelve Ediciones La Luz y la sección de Literatura de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Holguín, a convocar al prestigioso Premio Celestino de Cuento, esta vez en su edición 22.

Podrán participar todos los escritores cubanos, residentes en el país, miembros o no de la AHS, menores de 36 años de edad, con un cuaderno inédito con una extensión mínima de 45 cuartillas y 70 como máximo que deberán enviar a la dirección electrónica: 22premiocelestinodecuento@gmail.com.

Los interesados podrán encontrar más detalles de esta convocatoria en la página oficial de la editorial:
https://edicioneslaluz.cubava.cu/2021/02/convocatoria-xxii-premio-celestino-de-cuento-video/

El evento, que se desarrollará desde el 15 al 18 de junio, de forma virtual atendiendo a las dificultades resultantes de la COVID-19, está dedicado al centenario de Augusto Monterroso y al  aniversario 35 de la AHS.

Las obras serán recibidas hasta el 1 de junio de 2021 y el ganador obtendrá un diploma acreditativo, 1000 pesos, una obra de arte y la publicación del cuaderno premiado a cargo de Ediciones La Luz, a ello se añadirá el pago del respectivo Derecho de Autor.

El jurado lo integrará como es habitual figuras de prestigio en las letras cubanas y darán a conocer su fallo el 18 de junio.

El Premio Celestino es de los más importantes concursos para jóvenes autores cubanos. Sus ganadores más recientes fueron Elaine Vilar Madruga y Robert Ráez.


Círculos de muertes y obsesiones: Nuevos versos de Liudmila Quincoses

Si tuviera que distinguir de forma sintética los dos realces más importantes de este libro, Antología de la poesía oral-traumática y tanática de Liudmila Quincoses, diría que son los círculos y las obsesiones –entiéndase pulsiones– de la muerte como principio del placer o como una forma de volver a su estado inanimado y pre-orgánico, claro, a través de diferentes maneras.

En la poesía de autoras cubanas actuales la muerte puede traducirse no como el fin de la vida, sino como el silencio, la posibilidad de superar una realidad que produce hastío, inconformidad, rechazo; y por ello mismo debe ser resistida, contestada. He aquí entonces que esta antología viene a insertarse en lo que ahora mismo se concibe estéticamente en el discurso ideoestético de la poesía escrita por mujeres más inmediata.

La Antología de la poesía oral-traumática y tanática de Liudmila Quincoses está estructurada en cuatro partes: Punción, Veneno, Decapitación y Tánatos. Todos constituyen círculos que van redondeando –y unificando cual órbitas que parten y llegan al mismo lugar perfecta y perpetuamente– las experiencias de los sujetos lírico alrededor de la muerte. Aquí la autodestrucción del sujeto lírico está motivada por la mutilación y la violencia sobre el cuerpo para marcarlo desde el principio del placer como signo de vida-dolor-muerte. Esto genera entonces que la muerte y la vida estén asociadas de manera unívoca y permanente como existencia sin fronteras que las concreten.

Tanto la autodestrucción como la proyección poética de lo abyecto –representadas en los vínculos dinámicos, complejos, paradójicos, entre la vida y la muerte cuando es esta la encargada de proyectar las pulsiones vitales desde el acto erótico de apropiarse un cuerpo– se convierte en una estrategia de resistencia, donde el cuerpo físico se escribe desde su nulidad por la muerte, y la vida pasa a formar parte de las representaciones, imágenes y experiencias que se describen, con una fuerte tendencia a la abyección. Ello me recuerda la opinión del pensador francés George Bataille, quien relacionó lo abyecto con la imposibilidad de asumir con fuerza suficiente el imperativo que necesariamente genera todo orden social. Otra teórica, Julia Kristeva, coincidió con él cuando afirmó: «No es por lo tanto la ausencia de limpieza o salud lo que lo vuelve abyecto, sino aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas» (Kristeva, 1988: 11). Para el cubano Alberto Abreu Arcia en ese caso hay que hablar de una estetización de lo abyecto, de todo objeto contaminante que, desde fuera, amenaza con destruir o erosionar la identidad sexual y social del individuo (Abreu, 2007: 41).

Liudmila Inés Quincoses Clavelo: Poetisa, narradora, editora y periodista espirituana. En el año 2000 refundó, junto a Julio Neira (artista plástico), el proyecto alternativo Escribanía Dollz, que incluye la escritura de cartas de amor, exposiciones de pintura y la promoción de la obra de escritores jóvenes.

El empleo de lo abyecto en la Antología de la poesía oral-traumática y tanática de Liudmila Quincoses responde al imperativo de proyectar resistencia, de dinamitar o anular el orden simbólico tradicional y sus convenciones identitarias, a través de la poetización de cuerpos y la descripción de escenas, ambientes, personajes, experiencias tendientes a provocar repulsión, autodestrucción, o, sencillamente, una quietud, una inmovilidad que se traduce como ausencia del Otro, pero también como dinámica del ser y del existir.  

Celebro, entonces, la presencia de esta antología, única en la poesía espirituana, por su notable capacidad de hacer confluir círculos y obsesiones de muerte donde se unen autodestrucción, abyección, inexistencia, repulsión, en fin, voces, imágenes y comportamientos discursivos diferentes. Con este poemario de Liudmila Quincoses podemos visitar una poesía sustentada sobre los cimientos de una nueva lógica en su obra, un nuevo orden simbólico que humaniza lo deshumanizado; donde la muerte es productora de vida y de trascendencia.

Los poemas de la Antología de la poesía oral-traumática y tanática de Liudmila Quincoses nos presentan la muerte transformada en vida. Y en este cambio se revierte lo absurdo de esa lógica indicadora de que toda vida debe terminar necesariamente con la muerte. Se trata de anular la angustia existencial inculcada desde el desarrollo humano ante la consideración de la muerte no solo como un hecho sino como un proceso; y de recuperar los fundamentos pitagóricos que luego inspiraron a Platón para entenderla como la liberación del alma de la cárcel corporal, el juego ilusorio, dialéctico, paradójico, donde las entidades se asumen como discursantes. Este juego le ha permitido a la autora y nos permite a nosotros, lectores, contestar aquello que produce hastío, nulidad, inconformidad, más allá de la propia vida, la muerte o la tan ansiada resurrección.


«Soy un cuerpo que narra historias»

Cuando se dialoga con Yunier Riquenes es imposible no pensar en su gran proyecto de vida, Claustrofobias Promociones Literarias, y también en Naskicet Domínguez: juntos, estos dos creadores orquestan los propósitos y los sueños de Claustrofobias. Naskicet y Yunier son más que los hacedores de un proyecto que ha hecho mucho bien a la literatura cubana; ellos también han acompañado el camino de centenares de autores cubanos, de libros y lectores, y han mapeado la senda de la historiografía de la literatura nacional en los últimos años. Cuando se conversa con Yunier Riquenes se ha de recordar siempre que es un cuerpo que narra; un cuerpo en busca de cambios necesarios, porque la inmovilidad —en lenguaje artístico— es sinónimo de muerte.

cortesía del entrevistado

El concepto “joven promesa†comienza, cada vez más, a quedarse estrecho para muchos creadores. ¿Por qué se insiste, a nivel de país y de cultura, en calificar a los autores de menor edad como “jóvenes promesas†cuando muchos de ellos tienen una trayectoria tan importante como la de los autores más añejos? ¿Es preciso, tal vez, una revisitación de ese concepto, al menos una actualización que valore más la escritura de los creadores jóvenes con una obra sustentada en la calidad?

Error de concepto. Revisitar el concepto. Pero prefiero seguir creyendo en la obra. Hay muchas veces “supuestos consagrados†que han dejado muy poco. Casi nada que leer, ni reflexionar. Pero tuvieron cargos y eso les dio un concepto y reconocimientos. Ya salí de la AHS porque pasé los 35 años, pero me sigo sintiendo joven. Y hay notables artistas que sobrepasan los 50 que siguen en silencio con obra de calidad. Y algunos se mueren —ellos y su obra— en silencio. Prefiero no creer en las promesas; últimamente, “promesa†es una palabra que destierro, y lo que significa. Prefiero que más que promesas y revisitaciones, el creador joven o no, y su obra, se visibilicen y se promuevan. Sin promoción no hay arte, sin promoción no hay público, sin promoción no hay mercado. Sin promoción no hay existencia.

¿Qué define, más allá del rango biológico de una edad determinada, lo que es “literatura joven? ¿Es esta una etiqueta lo suficientemente sólida o cae en lo vacuo, lo repetitivo, que muchas veces es la norma a la hora de intentar “definir†un concepto artístico?

La literatura joven no la produce solo un joven de 20 años, la literatura joven es la que se renueva, la que trae fibra y estremece. La que conecta.

En el panorama literario cubano, ¿cuáles piensas son los asuntos más acuciantes que deben debatirse y que, de una forma u otra, podrían resultar de relevancia para el futuro escritural del país?

Debe haber diversidad, encuentros, eventos que muestren lo diverso que somos. Menos ruido y más resultados.

cortesía del entrevistado

Claustrofobias es un proyecto inmenso, que abarca campañas de promoción de autores, de libros, incluso de editoriales e instituciones. Es, además, un excelente ejemplo de cómo, desde el esfuerzo individual (en este caso, dual, entre Naskicet y tú) se pueden ofrecer alternativas promocionales con vistas a mostrar el talento creativo cubano. ¿Qué necesita aún Claustrofobias? ¿Qué apoyos o sinergias faltan todavía? ¿De qué manera piensas que este proyecto podría servir como una plataforma puntual para incentivar a instituciones y editoriales a emular desde el punto de vista de la promoción?

Claustrofobias Promociones Literarias sigue siendo un proyecto autofinanciado, y con el respaldo legal y monetario de la AHS de dos salarios ahora de 400 pesos, y respaldo legal de la UNEAC. Claustrofobias nació de la AHS, de jóvenes creadores que soñaron y lo siguen haciendo con el respeto al libro y a los autores cubanos. Claustrofobias ha sido y es una reinvención a la promoción literaria y cultural cubana. Nacimos y propusimos estrategias 2.0 hace unos años, cuando no había casi conexión. Ganamos un concurso nacional de trabajo comunitario con la experiencia de promover la lectura en la comunidad virtual cubana, pero esos aprendizajes interesan muy poco a quienes dirigen el mundo del libro en Cuba. Son nueve años. Y no han importado mucho estos aprendizajes. Claustrofobias está y sigue en Cuba marcando la vida literaria del país, de los jóvenes y consagrados, recordando los libros y autores que han sido historia y comienzan a vivir. En Claustrofobias se trabaja con base de datos, un poco de periodismo de datos y se reinventa la comunicación. Somos dos coordinadores que ponemos nuestros ingresos personales para seguir construyendo esta utopía. Se han realizado libros digitales, periódicos culturales, se guardan fotos, audios y videos desde hace años de escritores cubanos que ya han muerto. Para revisar la historia cultural y literaria de Cuba habrá que ir a nuestra multiplataforma, a nuestras publicaciones. ¿Que te diga lo que necesitamos? Nos queda claro que no nos van a apoyar más allá de una invitación a la Feria, y que nos prometerán algo, y ahí llegan las promesas. Claustrofobias es una resistencia al mundo del libro en Cuba. En 2020, en tiempos de Covid, no nos detuvimos y se mantuvo activa la multiplataforma, sugiriendo libros y lecturas para mantener la esperanza ante la pandemia. Muy pocos creen que solo somos dos coordinadores. Seguimos sin apoyo de Ministerios ni embajadas. Todavía no.

cortesía del entrevistado

¿El ejercicio de la promoción cultural podría o no emularse, así sea remotamente, con el de la crítica artística? ¿En Cuba se promociona intencionalmente, en base a criterios de calidad, o más bien a través de diversas coberturas o coyunturas culturales, como por ejemplo la entrega de un premio?

A veces los premios reconocen el talento porque el jurado falla teniendo en cuenta el talento. A veces fabrican algo o a alguien, inventan premios para repartirse. Pero lo verdadero, si vale, sigue. La promoción sigue siendo una asignatura pendiente, pero muchas veces no queremos aprenderla, porque la verdadera promoción muestra la esencia, el fondo. 

¿Cuáles piensas son los principales desafíos para Cuba en el terreno promocional y también en el de la creación? ¿Qué estrategias discursivas y de valor de imagen pueden servir, según tu experiencia como promotor, para impulsar esos desafíos hacia un horizonte próximo de concreciones?

Lo primero es reconocer que el mundo cambió hace tiempo. Hay retos y desafíos y ahora no basta, siempre lo dice Naskicet, con tener la conexión ni los millones de pesos. Con poco se pueden arrastrar multitudes. Hay varios proyectos culturales que han demostrado valía, pero muchas veces eso no importa. Y, muchas veces, cuando miras acuerdos y congresos y eventos y cambian los ejecutivos, la historia comienza otra vez. Entonces no se puede avanzar hacia adelante. 

La promoción cultural en nuestro país, ¿mapea nuestra realidad creativa o es solo un muestrario, una selección, de dicha realidad?

La promoción cultural que hacemos hoy en Cuba es poco atractiva. Maneja discursos y narrativas que poco atraen al público diverso y juvenil. ¿De dónde lo saqué? Tengo derecho a decir lo que pienso y siento en esa realidad en la que me muevo a diario. La promoción muestra muy poco la realidad y diversidad.

¿Cómo se conjuga el ejercicio creativo en tu función como promotor?

Escribo y promuevo todo el tiempo. Promover es un acto creativo. Hay que estudiar las formas de proponer y sugerir para las redes, la radio y la TV, y todo no se puede lograr. Pero uno debe encontrar el discurso, los personajes, la propuesta. La promoción cultural forma parte de mis estados creativos.

En los tiempos presentes se ha comprobado, quizás más que nunca, la necesidad del acceso a las redes sociales, no solo como una vía otra de interacción sino como un medio de comunicación de la realidad artística y del devenir cultural, ya no de una nación, sino del mundo entero, ¿nos incorporamos tardíamente a esa realidad?, ¿sientes que caminamos con desventaja?

Las redes sociales y la velocidad de la comunicación nos imponen a diario muchos retos, lo importante es tratar de usarlas como herramientas para construir y unir, y hay que conocer cuáles son los desafíos que traen, los datos que regalamos de nuestras intimidades y deseos. No es llegar tarde, es llegar y comprender a lo que hemos llegado. Y no podemos bajarnos de las nuevas tecnologías, hay que vivir con ellas. Aprendamos en cada jornada, seamos humildes.

¿De qué manera sientes que la AHS tuvo influencia en tu obra creativa? ¿Qué tal la salud de las instituciones culturales?

La AHS es parte de mi vida. Esa organización me tuvo más tiempo que mi propia familia. Miembro, jefe de sección, vicepresidente provincial en Santiago, el más votado en el congreso de 2013, miembro de la Dirección Nacional, estuve organizando dos congresos. No importa que mi nombre esté o no en reconocimientos ni distinciones. Me queda la alegría de ayudar a muchos jóvenes a revisar proyectos, promoverlos, a pronunciar sus nombres cuando nadie sabía de su existencia. Y eso es lo más valioso. No quiero nada. Me queda la alegría de conocer a muchos artistas jóvenes en toda Cuba que no son promesa, son realidad, y han dejado obras de teatro, literatura, fotografías. El arte salva. Aposté por los premios de la AHS y gané unos cuantos que atesoro con cariño. Aquellos años marcaron mi vida. Y sigo promoviendo a los jóvenes. La AHS que viví es como recordar a un miembro amado de tu familia, que puede estar vivo, o morir.

De las instituciones culturales solo quiero apuntar que existen si existe el arte, la cultura y los artistas, si no, como se dijo en aquel Congreso de la organización en 2013, quedarán disponibles.

cortesía del entrevistado

Siempre he notado en tu narrativa, incluso en tu poesía, una intencionalidad de mostrar la escarificación de lo real y también sus matices, ¿cómo se ha construido o formado el escritor que eres? ¿De qué manera defines la creación?

Escribo sobre lo que me mueve, la realidad que me toca. El escritor que soy surgió por eso, para darles voz a otros, eso se repite. Muchas veces la gente viene a contar sus historias y comprendes cuando no puedes dormir que te lo han contado para escribirlo. Antes en la literatura, ahora también con el Periodismo. Desde hace unos años, el Periodismo y yo conspiramos en cada jornada, la literatura de No ficción. La creación es una bomba de tiempo en mí, es una granada adentro que no busca quedar bien. Estalla. 

La escritura, si bien el oficio más solitario del mundo (¿estás de acuerdo con esa definición?) es también uno de los oficios que más acompaña a los otros. ¿Cuál de tus libros te gustaría que acompañara a ese lector anónimo, a ese rostro desconocido, que ansía leerte, quizás sin conocer incluso que existes?

La escritura, aunque necesite soledad, es como la granada: estalla.

Si a alguien para reinventarse, resistir, seguir, sonreír, masturbarse, prender fuego, le interesa un libro, un poema, una frase, un post, un cuento, un verso, una novela, una entrevista mía, pues basta.

Cuando se habla de Yunier Riquenes, cuando se menciona tu nombre, se habla del promotor, del poeta, del narrador, de quien escribe libros para niños y jóvenes, ¿cuál de estas aristas sientes que se integra en el núcleo del creador que eres?

Soy un cuerpo/territorio que narra historias.

cortesía del entrevistado

Una escritora nómada

Conocí a América Merino en Valparaíso, rodeada de poesía y de las reminiscencias de Neruda. Semanas más tarde leí su obra y desde entonces hemos estado conectadas gracias a las redes sociales, que han convertido a la aldea global en una inmensa tierra de la poesía, en un espacio para comulgar con los otros y (re)encontrarse. América Merino se sostiene en la poesía. Sabe que la poesía es su propio país.

¿La poesía, el arte en general, bebe de la capacidad de asombro de la especie humana?

Pienso que sí, nuestra capacidad de asombro es una de las cualidades necesarias para desarrollar cualquier tipo de arte. Una de las formas más sencillas de ampliar esta capacidad es a través de la observación de un paisaje: detenerse en los sonidos, las formas o la dirección en que la luz cae, en algún entorno natural, pero en realidad existen muchos mecanismos para conservar esa mirada innata que tienen los niños y que los lleva al asombro rápidamente, porque para ellos todo es nuevo. Esto puede ir desde comenzar a practicar un deporte hasta aprender otro idioma.

Creo que es muy importante que nos introduzcamos constantemente en nuevas formas de exploración que ayuden a mantenernos despiertos. Pienso que otro buen ejemplo es el cine, que tiene mucho para sorprendernos: Hitchcock se me viene a la mente en primer lugar, también Tarkovsky, precisamente porque se alejan del cine actual y manejan otras claves que te van atrapando.

cortesía de la entrevistada

¿Cuáles son tus búsquedas esenciales como poeta y a qué resortes de la memoria emotiva de tus lectores gustas de aferrarte?

No sé si lo que busco se aferra necesariamente a la memoria de un lector, es decir, de un otro. Creo, en realidad, que mi búsqueda va muy de la mano con la exploración propia, y desde este lugar intento transmitir una calma, una tranquilidad que me otorga la poesía. A veces también se mezcla un poco con la nostalgia, pero todos resultan ser sentimientos macerados que finalmente permiten la construcción poética.

¿Qué temas permean tu creación poética?

La naturaleza es un tema esencial y transversal en mi poesía. Es algo que me motiva a escribir, pero también tiene ese efecto sobre mí cierto tipo de música y otras disciplinas artísticas como la pintura. Van Gogh y Monet siempre me conmueven, así como el arte del Renacimiento, especialmente la obra de Leonardo da Vinci. De igual forma me siento cercana a la filosofía y las ciencias, y tomo elementos de ellas, que conozco o estudio, para poder escribir. En una época fue un tópico para mí la cultura helénica, los viajes, el laberinto; tópico que también se fue permeando en algunos capítulos de mi primer libro.

¿Cómo transcurre tu proceso creativo?

Generalmente tengo que encontrarme bajo un estado de ánimo tranquilo. Disfruto mucho del silencio luego de haber leído algo que me impresione o agrade mucho, esto me deja con ganas de comenzar a escribir. Sucede usualmente de noche, cuando hay más silencio, anoto algunas ideas en mis libretas o cuadernos. Días después paso en limpio todo, lo transcribo a la computadora. No suelo corregir mucho, casi no lo hago, a menos que descubra alguna cacofonía que no percibí al principio; también reviso los cortes de verso, tiempo después, para que el texto «repose» y yo pueda posicionarme desde una nueva perspectiva sobre él.

¿Qué voces poéticas o artísticas te parecen interesantes dentro del panorama creativo chileno en la actualidad? ¿Por qué destacan?

Puedo mencionar varias voces. En primer lugar, pienso en Sergio Muñoz y Gladys González, porque además de poseer una poética muy potente, siento que hacen de la poesía su vida. Sergio es uno de los organizadores del Festival a Cielo Abierto; a estas alturas, un ícono ya de la poesía que reúne en Valparaíso a poetas de distintos lugares del mundo. Del mismo modo, Gladys desempeña un rol muy importante en el quehacer poético porteño, como directora de varios eventos literarios relevantes, como la Feria Internacional del Libro en Valparaíso. También están Felipe Poblete Ribera, de Viña del Mar, y Rolando Martínez Trabucco, de Arica.  Ambos son personas que admiro por su capacidad de trabajo, alejados del ruido, concentrados únicamente en la poesía.

En el ámbito de otras artes, siempre pienso en Carina Úbeda, una artista visual que también vive en la Región de Valparaíso. Pienso que su trabajo, tanto en fotografía como en instalación y performance, posee una visión crítica y actual, que además se involucra con las ciencias, especialmente con la Física y la Matemática. Carina Úbeda me parece una artista tremendamente admirable.

¿Cómo calificarías tu estilo creativo? En pocas palabras, ¿qué lo hace distinto?

Desde una posición lo más humilde posible, creo que mi poesía se aleja de lo cotidiano. Me gustan las estructuras más complejas, el verso largo y la posibilidad de que un libro se lea como un viaje; es decir, que la trayectoria que describe su lectura tenga un sentido definido para que al final se pueda capturar el significado por completo. Un buen libro no es solamente un conjunto de poemas, sino un corpus que se encuentra unificado de manera esencial, y que es capaz de generar o dar pie a un estado reflexivo.

Hallar lo diferente, lo novedoso, desde el punto de vista del discurso o de la imagen, ¿ha de ser obligatoriamente la búsqueda del poeta, o existen otros puntos y caminos de convergencia?

No creo que necesariamente algo «novedoso» sea lo que debamos buscar, mucho menos de forma obligatoria. Por supuesto que podemos dirigir la mirada hacia algo nuevo con el fin de realizar una contribución literaria, pero siempre se puede construir también sobre lo clásico, o trabajar desde la intertextualidad o el rescate de la memoria. Estas y otras búsquedas nos abren la posibilidad de habitar el lenguaje desde otras contemplaciones que podrían definirse como caminos de convergencia.

¿Qué poetas de tu país han influido en tu creación?

En Chile hay muchísimos poetas, realmente, y no solo hoy en día, podría hacer un listado enorme desde el siglo XIX en adelante. Siento que todos ellos me han influenciado de alguna manera. No puedo dejar de mencionar a Gabriela Mistral y Pablo Neruda, los icónicos, pero también están Nicanor Parra, Huidobro, Teillier, Enrique Lihn y Gonzalo Rojas. Actualmente estoy leyendo mucho más a Zurita y, paralelamente, a los escritores más jóvenes, nacidos en la década de 1980.

¿Cómo llegas al camino de la poesía?

En el colegio, cuando era chica, siempre leía los últimos capítulos del libro de Castellano, asignatura que ahora se llama Lenguaje y Comunicación. Ahí encontraba algunos poemas que me llamaban mucho la atención y me gustaban. Pienso que la poesía nunca fue —y me da la impresión de que tampoco es hoy en día— un tema bien tratado, considerando que los dos Premios Nobel que tenemos en Chile recaen justamente sobre poetas. En los colegios deberían profundizar mucho más y dedicar más horas a la educación poética, para fomentar la capacidad de lectura crítica y reflexiva en los estudiantes.

Volviendo a la pregunta, hay un punto de inflexión en este camino, y fue un taller de poesía que tomé en la Sebastiana, la casa de Neruda en Valparaíso. Tuve muy buenos compañeros y profesores, y de ellos aprendí mucho. El taller era dirigido por Sergio Muñoz e Ismael Gavilán y, dentro de mis compañeros, varios continuaron por el camino de la poesía y empezaron a publicar, como Claudio Gaete, Juan Eduardo Díaz, Marcela Parra y Daniel Tapia.

Como traductora, ¿qué valores buscas en un texto?, ¿cómo se logra salvaguardar el estilo de un autor siendo tú misma una autora, y transfiriendo ese estilo a una lengua distinta?

Los textos que usualmente escojo poseen aspectos estéticos y conceptuales muy lúcidos, tienen que ver esencialmente con la visión del autor a traducir. Por ejemplo, con Antonia Pozzi me suceden muchas cosas. Su poesía me conmueve profundamente, y es tremendamente actual a pesar de que vivió hace 100 años. Creo que es absolutamente necesaria de conocer.

Respecto al estilo, esto lo he mencionado en otras entrevistas, pero es simplemente así: al traducir, trato de volverme invisible, y de esta forma tengo la intención de que el lector, cuando se enfrente al poema, lo perciba como si hubiese sido escrito en su propio idioma y no se “note†que es una traducción. Así, espero que mi trabajo pueda contribuir a una lectura honesta de una obra poética. Siento que al recluirte en un idioma que no es el propio, lees con mayor cuidado, con mayor detención. El ritmo y la musicalidad del poema se deben transferir desde un idioma a otro conservando la misma nitidez o la misma oscuridad, según la intención del poeta. La sensibilidad no basta para traducir, debes conocer a cabalidad el contexto que circunscribe al escritor.

De tu experiencia como poeta que ha tenido la oportunidad de descubrir nuevas geografías, tanto físicas como espirituales, ¿cuál ha sido tu mayor aprendizaje? ¿Se enriquece la poesía gracias a lo itinerante? ¿Te consideras, de alguna manera, una escritora nómada?

El mayor aprendizaje me lo han entregado las personas que he conocido. Más allá del enriquecimiento cultural, la oportunidad de conocer nuevos paisajes y practicar otros idiomas, que ciertamente representan experiencias muy significativas para mí, siento que aprender de la fortaleza de los demás, de su bondad y alegría, ha sido lo mejor de cada viaje. Desde ahí han surgido grandes amistades que atesoro profundamente.

Creo, en este sentido, que sí puedo decir que me considero una escritora nómada, pero también soy una lectora nómada: leer nueva poesía de latitudes tan distantes es algo que me ha resultado muy atractivo, me ha permitido concebir y expandir nuevos imaginarios como territorios poéticos.

De la geografía chilena, de su memoria, ¿qué ha quedado en tu poesía?

El mar. Siempre el mar. Para mí sería difícil vivir en una ciudad donde no pueda observar diariamente ese gran movimiento azul del Pacífico. Hay poesía en esa línea que dibuja el horizonte.

En este mundo incierto que nos ha tocado vivir, ¿piensas que el arte, aún, tiene un poder de salvaguarda o transformación?

Algunas personas podrán alegar de forma catárquica que la poesía no detendrá una guerra, y pueden tener razón, lo mismo pueden decir frente a la actual pandemia; pero, al mismo tiempo, pienso que la poesía nos sostiene, tiene la capacidad de mantenernos en pie. También es capaz de abrir la posibilidad de nuevos diálogos y ser parte de la resistencia como medio de denuncia social y, desde este lugar, puede transformar nuestra mirada frente al mundo. Nos sensibiliza, por un lado, pero también nos hace pensar y ser críticos del sistema. Como dijo Bertolt Brecht: «El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma».


«Mi intención es estar junto al arte»

Tuve el gusto de presentar online la primera novela de Leonardo Espinoza Benavides, cuando la segunda oleada del coronavirus y la cuarentena amenazaban con transformar nuestra producción del pensamiento y la realidad. Adiós, loxonauta me sirvió como pretexto para (re)visitar la obra de Leo y (re)conocer en ella los signos de lo bien hecho. Novela lúdica, con guiños literarios intemporales, que evidencia una tradición literaria continental enfocada hacia el desarrollo de la ciencia ficción. Además, fue el perfecto motivo que me invitó a dialogar nuevamente con la poética de Leonardo (café de por medio). 

¿Hasta qué punto lo real, esa construcción semiótica que denominamos de dicha forma, impactó en la gestación de la historia de Adiós, loxonauta, tu más reciente novela?

Creo que lo real, en este caso, moldeó la génesis de la obra misma: en medio de una pandemia, como médico trabajando jornadas intensas y otras de completo aislamiento, todo fue adoptando un ritmo particular. La incertidumbre, lo efímero, por momentos una danza con lo aparentemente absurdo y frágil, mi propio oficio en el área de la salud y en el área de las letras, todo en una especie de renovación y redefinición. En ese sentido, en esa forma de realidad en la que nos encontrábamos, fue que esta novela (corta en parte por eso mismo, creo yo) se forjó. Si bien podría lanzar paralelismos de realidad con algunas vivencias personales, eso muy rara vez es mi intención creativa: soy de la escuela de narrar usando la experiencia observada de lo humano más que la interioridad biográfica propia, si bien los pincelazos que mezclan los colores entre ambas son inevitables. Adiós, loxonauta es por completo un hijo literario del año 2020, y todo lo que ello conlleva. Aprovechando la expresión de “construcción semióticaâ€, soy de los que apuntan a una semiosis que culmine y se determine en el interpretante, desde el cual espero que surja su signo respectivo.

Tus protagonistas apuestan por un space opera donde la especialidad médica de la dermatología es el epicentro que mueve y conduce todas sus aventuras, ¿por qué?, ¿partes también allí de un análisis de tu realidad?

Esta pregunta me acorrala completamente en la respuesta que quise esquivar recién (¡y me saca una risa!). La dermatología: pues, sí. Creo que puedo direccionar esta idea hacia dos caminos válidos. El primero, el universal, el que en cierto modo quise defender en la primera pregunta: cuando narro me gusta crear personajes que han surgido de mis encuentros con personas del mundo real (¡hasta la palabra nos está persiguiendo, lo real!); me gusta trabajar la multiplicidad de opciones simbólicas e interpretativas, cerrando una trama o historia central, por así decirlo, pero dejando, a propósito, el espacio suficiente para que el lector haga suyo este momento novelado incompleto, imperfecto como lo es todo, y que pueda así reverberar hasta quién sabe dónde. El segundo camino, sin embargo, es el que me acorrala siempre: ¿cuánto de mí hay en Ãtalo Calvino? Son varios los amigos médicos que me han apuntado, algunos con escepticismo y otros con certeza apodíctica, de que este Ãtalo sería yo. ¡No! No, no. (¿O sí? ¡No!). Creo que es un sesgo de convivencia solamente.

Lo que sí es cierto es que intento escribir y crear desde territorios que manejo lo suficientemente bien como para construir sobre ellos de manera cómoda (en este caso, el conocimiento biológico, médico y dermatológico como cimiento). Vuelvo a la semiosis: el lector médico no se detiene con mucho entusiasmo cuando dejo rastros o rutas hacia Calvino (el escritor, no el homonauta), o a Borges o Rufus; mientras que el lector no-médico no se detiene, usualmente —siempre hay excepciones— en el detalle, por ejemplo, de la esfingomielinasa D y la estructura del gremio de la Federación. Así que, volviendo a la pregunta original, sobre dónde comienzo mi análisis de la realidad: desde esto, desde la ambivalencia, la bifurcación, la imperfección, la falta de inicio y final consciente, cualquiera sea el personaje principal, real o fantástico.

En la novela se mezclan los registros de la tragicomedia, con muchos visos lúdicos, incluso irónicos. Esta hibridación de registros, ¿ejercicio de textualidad al azar o pauta consciente?

Pauta consciente. Y gran desafío, por varias razones: hasta entonces, mi obra siempre había estado enmarcada en los cuentos, más o menos largos, pero cuentos al final del día. Y mi voz como autor se enmarcaba en una ciencia ficción con cierta tendencia a lo poético. Algo que me gusta, claro, y que gozo cultivar como parte de mi forma de hacer arte. Pero… no había logrado embarcarme en la novela. Sentí que para lograrlo debía desarmarme y rearmarme, sin temores, sin frenos, a lo que surgiese. Así nació el estilo de Adiós, loxonauta, una comedia por momentos satírica y por momentos tragicómica. Fue la forma espontánea en que pude largarme a una narración más extensa, dejando que los personajes fueran más humanos aún. Y enfatizo lo de humanos porque creo que, por mucho que pueda experimentar y divagar con mi pluma, la esencia de lo que me nace contar se mantiene: historias de gente sencilla en mundos complejos, en busca de sentido y de salvaguardar la ilusión que les permite seguir adelante. Soy incapaz, por ahora al menos, de formar un héroe clásico o una epopeya de final glorioso. Algún día, quizás, pero no por el momento. Me gusta la marginalidad y la confusión existencial. Mi siguiente gran desafío personal es ver qué cosa nacerá entre lo poético y lo tragicómico que he estado cosechando.

¿Has pensado que las aventuras de Ãtalo Calvino, homo sapiens, y su colega Krek, loxosceles sapiens, podrían devenir en una saga?

¡Otra vez arrinconado! Debo confesar que no soy muy amigo de las sagas, en general, pero esto me lo han pedido bastante (¡y me alegra mucho, por supuesto!). Cuando pienso en sagas pienso en esos ejemplares de nuestros vecinos anglosajones que sacan tomos y tomos de quinientas y miles de páginas, y de solo verlos me generan ansiedad. ¡Cuántos libros podría leerme en ese tiempo, cuántos autores! Tal vez sea algo regional y vivencial, pero una saga me resuena como inadecuada a la forma en que vivo: entre medicina y literatura suelo dormir tan solo un puñado de horas al día (recuperadas el fin de semana; todo bien), y de tan solo imaginar la cantidad de tiempo que me llevaría leer una de esas sagas… Me pasa lo mismo con las series televisadas, como cuando te recomiendan ver una y al consultar por la cantidad de temporadas resulta que tiene diecisiete y contando. ¡Uf! ¿Y si pasa algo y no logro terminarla? ¿O si no me gusta, pero resuelvo terminar de verla de todos modos? Así que, considerando todo esto, por supuesto que haré una saga con Calvino y Krek. ¿Acaso no les dije que lo mío discurre por la confusión existencial? (Bromas solamente, con una risa a modo de secuela propia del año pasado).

Lo cierto es que sí, creo que haré una saga, ya casi me terminan de convencer, porque el formato me acomoda: Adiós, loxonauta se puede leer en 1-2 días tranquilamente, por lo que respeta lo que por ahora me gusta generar. Tengo pensado el nombre para el segundo libro (pero no creo que esté listo tan rápido).

¿Qué tal la experiencia de publicar con Sietch Ediciones? ¿Qué ha cambiado en los últimos años en el panorama de la ciencia ficción chilena?

¡Gran experiencia! Me tocó ver el nacimiento de esta nueva editorial, así que ha sido toda una vida con ella. Cuando Sietch Ediciones me invitó a publicar, todo era nuevo y todo existía solo a modo potencial. Michel Deb es el responsable de esta aventura: lo conocía lo suficiente, cuando me llamó, como para saber que su intención valía completamente la pena, que era algo a lo cual ameritaba ponerle todo el espíritu y toda la pasión posible. Así, lo que fue primero una publicación en su sello Vintage Pulp, terminó unos meses después convertido en el ofrecimiento de ser parte del creciente equipo editorial de Sietch.

cortesía del entrevistado

Al principio tuve mis temores: la invitación era como editor formal y yo tan solo tenía experiencia editando de manera informal y autodidacta a escritores amigos, lo cual, por mucho tiempo que llevase haciéndolo, no era lo mismo que tomar un cargo como tal. Cuando supe que la editora en jefe del equipo sería Jean Véliz D’Angelo (con formación profesional), entonces me atreví y acepté. Hoy por hoy soy un híbrido editor/agente. Y ha sido maravilloso. Somos una pequeña familia con un mismo sueño: permitir el surgimiento de nuevas historias, acompañando a sus autores y tratándolos como si fueran parte, también, de la gran familia del Sietch. He aprendido un montón, de verdad. Lo que antes conocía solo como autor, ahora lo he podido ver desde el interior de la maquinaria misma, comprendiendo todo lo que implica hacer un libro con cariño y dedicación. Me encanta. Me alegra trabajar con Jean, Michel, Jorge, Iván y los autores y autoras que van sumándose. Y, como si mi alegría fuera poca, aún conservo mi lazo y enorme amistad con Puerto de Escape, editorial en la que soy autor (al mando del genial editor y promotor cultural Marcelo Novoa), de tal modo que he logrado una convivencia aún mayor. Cada una tiene su estilo: cada casa editorial tiene lo suyo, son irrepetibles, creo yo.

Podría entrar a nombrar cualidades de una y otra, y también de las otras editoriales locales dedicadas a la literatura fantástica que han ido surgiendo y que han hecho del panorama chileno actual —respondiendo a la pregunta original— un verdadero momento vigoroso para la publicación independiente, forjando una nueva escena literaria sin lugar a duda, y de la cual veremos su legado en unos años más.

¿Cuál fue el principal desafío textual que enfrentaste al escribir Adiós, loxonauta? ¿Es la novela un género tan complicado como parece a simple vista?

¡Lo es! ¡Vaya que lo es! El mayor de los desafíos fue el convencerme y mentalizarme a, efectivamente, terminarla. Hay algo que siempre comento en entrevistas: soy todo lo opuesto a una persona “organizadaâ€; nunca he usado ni agenda ni mucho menos calendario (dejo notas por ahí y me valgo de buenas amistades para los recordatorios, con la excepción de fechas esenciales, por supuesto). De hacer una analogía que me identifique: soy corredor de los 100 metros planos y jamás podría enfocarme en los 800 metros (dejo de lado los 42 kilómetros de una maratón porque todos tenemos de alguna u otra forma una meta a largo plazo). Llevo toda una vida trabajando y creando de esta forma, desde que lo recuerdo, y me funciona y me fascina. ¿Explosión creativa o umbral motivacional alcanzado? Entonces puedo estar 12 horas sin moverme en una concentración absoluta, por varios días y quizás un par de semanas. ¿Armarme una rutina de escribir un poquitito cada día? Imposible: me aniquilaría mi alter ego de antimateria. Soy un desordenado ordenado, un caótico eficiente (¡quiero creer, al menos!). Mi práctica en el oficio se encuentra, tal vez, en la irregular constancia de tales explosiones. Así que… una novela resultaba complejo en cuanto a logística. Sin embargo, las piezas alcanzaron su alineamiento y me lancé. La novela ya se había armado casi por completo en mi cabeza cuando me senté a escribirla: el aspecto dermatológico ya lo había elaborado mentalmente y el personaje del Inmortal vivía en mi imaginación desde hacía al menos 5 o 6 años, esperando pacientemente el momento de tener un espacio donde desarrollarse (incluida la idea en torno a la medusa Turritopsis dohrnii, que sí, es real); súmesele que estoy realizando un trabajo de investigación clínica en torno al loxoscelismo cutáneo y ¡pum! Era tiempo de apostarlo todo, all in. Inspirado en la extensión de novelas latinoamericanas que me encantan, particularmente Salomé, de una tremenda autora cubana, y Los cuerpos del verano, de Martín Felipe Castagnet, quise apuntar a ese estilo novelístico. Terminar el primer borrador fue intensísimo (benditos sean los momentos de aislamiento pandémico preventivo que tenía que ir tomando, siempre agradeciendo la fortuna de estar sano y salvo, y sin que me faltase nada). Lo demás fue pulir, leer, releer, lectores beta, edición y todo lo que siempre procede. En suma, es una metodología con sus pros y sus contras. El cuento, en contraparte, es un universo paralelo.

Tu personaje Ãtalo Calvino es un hombre del Cono Sur, ¿sientes que la condición geográfica, el hecho de nacer en determinado país, define a tus personajes?, ¿cómo manejas las particularidades y rasgos típicos del lenguaje, teniendo en cuenta que tu personaje se relaciona, a gran escala, con otras especies?

¡Uf! Gran pregunta que me llega directo. Sí, creo que el regionalismo de mis personajes es clave fundamental para comprenderlos y descifrarlos. Pero, a su vez, es la forma en que yo mismo incursiono en el tema: me resultaría difícil poner en palabras explícitas mi cosmovisión al respecto y, por eso mismo, lo intento modelar a través de la ficción. En la Feria del Libro Independiente de Valparaíso del año pasado surgió una frase que me atrapó de una forma casi religiosa: “Chile no está resuelto… Chile tiene una pata que cojeaâ€. Si bien creo que la misión es enorme y casi que no logro ver el panorama por completo, sí es algo que intento desarrollar, que intento aportar con mis historias. Hay algo abstracto que tan solo el arte puede moldear. Más que Chile, eso sí, cada vez me siento más atraído por ese concepto geocultural del Cono Sur. No es una atracción que comprenda del todo todavía, pero siento al Cono Sur como un hogar que, a pesar de las turbulencias mundiales que puedan estar ocurriendo, me entrega un cierto cobijo agradable, acogedor, alejándome de posibles nacionalismos fronterizos añejos y, a la vez, configurándome una aldea social abarcable dentro de mi pequeñez humana. De ahí que el español de Ãtalo es un híbrido chileno-rioplatense y de ahí que Santiago sea, en aquel futuro, una playa y no una cuenca acorralada por montañas. De ahí nace mi ejercicio de identidad y comunicación. En cuanto al lenguaje entre especies distintas, lo cierto es que no era mi foco en esta novela en particular (el relativismo lingüístico de Sapir-Whorf y las tecnologías traductoras quedarán para otros textos).

cortesía del entrevistado

La relación del ser humano con otras especies inteligentes es uno de los leitmotivs de la ciencia ficción desde sus mismos orígenes como género, ¿por qué te interesa a ti?, ¿sientes que es una corriente de sentido, menos o más subterránea, que atraviesa la poética de tu obra?

Es un tema que me encanta por su enorme cantidad de formas de ser abarcado. Es inagotable, a mi parecer, porque sus límites son los mismos límites de la creatividad. En lo personal, usualmente he usado esas ideas en dos sentidos. Primero, en el incursionar sobre aquello “verdaderamente ajeno†(Stanislaw Lem y Hugo Correa como inspiraciones inevitables); y, segundo, en el aspecto del tropo “espejoâ€, donde la representación de lo ajeno es tan solo una forma de reflejar algo humano, lo cual sí creo que va con una corriente de sentido que tal vez estoy construyendo de manera no del todo consciente. Confieso, eso sí, que tiendo más al robot-espejo que al extraterrestre-espejo pero, dentro de la variabilidad de refracciones, son dos que gozo tanto leer como escribir. Siempre es desafiante no caer en la mera caricaturización.

¿Es la conquista de un lenguaje particular, de una poética propia, una de tus búsquedas centrales como escritor, o prefieres ir por otros linderos y persiguiendo otros horizontes?

Qué difícil saberlo… (Esta pregunta me hizo parar de escribir, echarme atrás en la silla y mirar el infinito un buen par de minutos… Resultaron ser varios minutos más de lo esperado; pero me tomé un café y volví). Creo que la respuesta es, en primera instancia, que sí: busco una voz propia, de fondo y de forma, aunque tal conquista viene siendo la conquista de uno mismo, acaso un recorrido de por vida. En ese sentido, mi intención es estar junto/con/el Arte. Crear con tal visión y propósito. Hay una pulsión, ¿quizá determinista?, de por medio. Aun así, aunque expresar mi propio desarrollo me resulte complicado, hay algo que sí puedo declarar como horizonte y objetivo, más allá de mi persona: espero que, en algún tiempo y momento, haya al menos un lector que al leer mis historias sienta lo mismo que yo he sentido y sigo sintiendo cuando leo uno de esos libros que te cambian la vida, que te nutren el alma.

Por último, me gustaría que recomendaras un par de relatos tuyos para leer en esta cuarentena, y algunos libros de ciencia ficción que creas pueden acompañarnos bien en estos tiempos que corren.

Para partir el 2021 les recomendaría, o más bien los invito, a que lean los cuentos más nuevos que he publicado por estos días: “Y luego los ángeles olvidan rezar por nosotrosâ€, que apareció recién en la Revista Aeternum, de Perú, en un número titulado “Extrahumanosâ€; y “Umbrales virulentos: antología de ciencia ficción latinoamericanaâ€, de la editorial venezolana Fundajau, donde aparecen cuatro microcuentos de mi autoría junto a los de otros representantes de la región (¡que están de lujo!). En ambos casos se van a topar con unas ilustraciones increíbles. Pueden dar con los paraderos del material a través de Facebook/Google y, ante cualquier dificultad, me avisan y se los consigo. También les cuento que estoy a la espera de que se publique un cuento al que le tengo un cariño especial, “Dani Dinosaurio (Ve-eleh Shemot)â€, pronto a ser impreso en la Revista Crononautas N°2. Y en cuanto a recomendaciones de libros para los tiempos que corren, mis seleccionados vienen siendo: 8 voces: antología de cuentos LGBTIQ+, de Sietch Ediciones (Chile), ciencia ficción fascinantemente novedosa; Recognize Fascism, de la editorial World Weaver Press (Estados Unidos), antologado y editado por Crystal M. Huff, para embarcarse en ciencia ficción y fantasía de corte político, con dos chilenos publicados de por medio; Misión a Laozi, novela del chileno Aparicio N. Frictenns, por Editorial Puerto de Escape, a modo de brindar por el centenario de Lem; y, por último, no puedo dejar de recomendar encarecidamente que lean El Gusano, novela también, del colombiano Luis Carlos Barragán, por Ediciones Vestigio, mi lectura favorita del 2020 (me cambió la vida).


La angustia que nos ofrece el destino

Vasily Mendoza Pérez no se ha propuesto escribir sobre la trascendencia y, sin embargo, en su obra pueden seguirse las señales de lo que es —o, al menos, de lo que yo considero— gran literatura. Desde lo breve y lo fragmentario, desde el punto en que su vida lo marcó para ser creador y usar la palabra como una de las sendas para comunicarse con el mundo, Vasily ha hecho una apuesta: abrir las ventanas a otros universos posibles.

¿Hasta qué punto tu historia de vida signó las historias que, como autor, estabas destinado a contarle al mundo?

Mi historia personal no solo ha signado la literatura que tramo, sin ella no habría narrativa o poesía posible. He sido un vividor de historias fabulosas, desde mi infancia, pero angustiosas. No he sido un delincuente porque estaba signado para otro destino. Tenía todas las condiciones para serlo. Incluso para haber adquirido una conducta o modo de vida más cercano a lo antisocial.

Hijo de padres divorciados que no supieron manejar esa situación familiar y no cuidaron las consecuencias nefastas de ello, tengo huellas de esa infancia, y son las que van saliendo en lo que escribo. Por ejemplo, hay un cuento, Algo que estorba, donde dos hermanos están fabulándose para matar al padre que es un abusador y que, al parecer, mató a la madre de ambos. Este cuento me surgió el día que estaba escribiendo y mi padre y mi hermano me interrumpían a cada rato y no me dejaban concentrar.

Mi proceso de escritura es muy místico. Necesito silencio y concentración para poder escuchar la voz que me dicta lo que transcribo. Y perder esa conexión me es muy doloroso, incómodo, y como soy irascible por arranques, ya te imaginarás cómo terminó la escena en la vida real. Aunque claro, no matamos a nadie, y mi padre no mató a mi madre. Pero son las cosas, verbigracia, que han ido construyendo mi literatura.

Hay cuentos en los que pareciera que escribí en clave para las antiguas amantes, casadas, que me leían buscándose en esos escritos. Y se encontraban. Y nos volvíamos a encontrar en la realidad y todo era mágico. Era, quizás, tan maravilloso como decía Borges cuando se asombraba de que la realidad copiara a la fantasía. Cuando comencé a escribir, bastante en serio, empecé con la poesía. Ahí sí estaba copiando la realidad tal cual era, y no como argumentos sino como sensaciones, porque era el reflejo exacto de mi mundo emocional. Todos mis miedos, mis reacciones, mis afecciones, ahí estaban hechos versos. Cuando estuve los dos años de misión en Venezuela, la poesía vino a salvarme. Y me salvó de todos los colores posibles. Incluso del negro. Y ahí está el libro inédito, En el país de los ruidos, donde estoy yo más lacerado que nunca. Porque esa misión me demostró que nuestro coterráneo puede ser nuestro peor enemigo fuera de los límites de la isla. Es lacerante saber que, en ocasiones, es así.

El argumento, entonces, en mis cuentos viene a ser la historia del otro que me lo dicta. Pero las sensaciones, los afectos, las claves secretas y tácitas, son las mías. Sin eso no tendría razón de escribir ficción.

¿En el oficio de escritor juega algún papel el destino? ¿Es este un oficio como otro cualquiera o comulga con un tipo de espiritualidad distinta, en estrecha conexión con el alma de los receptores?

Siempre he creído en la angustia que nos ofrece el destino. Pero ahora empiezo a dudar de la existencia del destino. Por lo que suponer que uno nace para algo, o está destinado para algo, es como creer en el destino. Y si analizas mi historia personal, como te decía, te darás cuenta de que había algo, secreto y taciturno, que me halaba hacia el arte, hacia la vía del bien. Yo soy rocker, fui friki en la época más dura de nuestro país. Y viví cosas sorprendentes. No consumí drogas, pero sí sus sinónimos, porque la música rock llega a ser una especie de droga y más aún cuando tratas de enajenarte, de irte de vacaciones de tu maldita familia que no está haciendo bien las cosas. Los jóvenes, por lo general, tenemos la sensación o la clara idea de que la familia está haciendo mal las cosas en algún momento de nuestras vidas, y por eso queremos salir un rato a tomar una bocanada de aire. Yo hice muchas cosas en mi adolescencia porque era muy libre. Tenía mucho espacio para mí solo. Por eso pertenecer a una tribu urbana como la de los rockers y hacer música rock en una banda me daba cierta felicidad y consuelo. Pero ese no era mi destino, solo parte de mi anécdota. Y en eso quedó.

Pareciera que, aunque ya no creo tanto en el destino, sí estaba destinado a ser escritor. Incluso ahora, ya más maduro, me doy cuenta de que tengo varias profesiones, pero la que se me da bien, o bastante bien, es la de escribir. De hecho, he tenido relaciones con chicas que nunca me han conocido en persona, pero por los correos y cartas que nos escribíamos ya era capaz de establecer un tipo de relación. Es ahí donde la literatura, sea ficción o no, logra ese acto comunicativo direccional con el que lee: acto que empieza con la actitud del escriba. Ningún escritor escribe sin esa actitud, porque es física. Nuestra mano deja de ser la mano de siempre, la mano de comer y afeitarnos, la mano de saludar o de agarrar las cosas. Entonces se convierte en la mano de alguien que escribe. Alguien que comunica. Eso es algo muy poderoso. Poderoso porque consigue varios niveles de comunicación. Primero, con el que nos dicta lo que escribimos; luego, con nosotros mismos en una especie de introspección; y por último, con el lector que siempre tendrá la última palabra. Pero no acaba. A su vez, el ciclo se repite, pero a la inversa. El lector interioriza lo que lee y lo vive, y luego se lo dice a otros para que compartan las mismas buenas o malas sensaciones. Es pura espiritualidad, sí, claro que sí. Es energía en movimiento. Energía invisible que empieza y concluye en el ser humano.

Lo fantástico, lo mistérico, lo sobrenatural forman parte del sistema de sentido de muchas de tus obras, ¿por qué te interesa cruzar la frontera, la cortina, que separa a la realidad de esas otras realidades probables?

Todo se relaciona. Y habría que volver a la importancia de mi historia personal. Nunca he sido conforme con lo que he vivido. Siempre quiero más. Y siempre me ha dolido mi pasado por no darme lo que necesité justo en la medida y momento adecuados. Por eso la fantasía y esos temas que mencionas han sido como la puerta de escape. Mi primera fantasía, y que nunca escribí, era ser invisible e incorpóreo. Para andar por ahí haciendo maldades al mundo, obtener dinero fácil, ver a las muchachas que amaba en sus casas sin que me vieran a mí, y poder hacer muchas cosas más con total omnisciencia. Eso es algo literario, fíjate, si se quiere, es lo que hacemos los escritores, somos invisibles e incorpóreos en un mundo ilusorio que no existe pero del que sabemos absolutamente todo. Quizás no fuimos sus demiurgos, pero es nuestro mundo y así lo sentimos.

Después, con las lecturas y ese proceso natural de selección, fui descartando temas y quedándome con el misterio, con lo sobrenatural. Eran geniales vías de escape. La realidad me gusta, pero esa la reflejo o la trabajo con el pseudoperiodismo que escribo y con el que me gano la vida, también. Con 18 años entré a formar parte de A.M.O.R.C. y la cuerda mística vibró en mí para siempre. Esa parte genial de la espiritualidad se colmó de alegrías y me hizo el Hombre que soy ahora… y que también reflejo y ha sido determinante en mis lecturas y escrituras.

Háblame un poco de tu proceso creativo…

cortesía del entrevistado

Mi proceso creativo quizás no se diferencie mucho del tuyo o del de otros artistas. Es el mismo para cualquiera de las manifestaciones artísticas que trabajo. Por ejemplo, la primera cosa es la idea en sí que viene sola y sin pedir permiso. Si es un tema musical, tengo que tener a mano algo para grabar o escribir la melodía. Por suerte, sé escribir partituras y tengo el móvil con apks para grabar. Si es un cuento o un texto crítico, siempre a la mano tengo con qué escribir o guardar. Nunca confié en la memoria. Pero siempre confío en ese soplo de la primera línea, en el primer acorde. Y es genial porque me siento como en las nubes. Ya después, cuando me siento a desarrollar esas ideas es como si me distanciara de mí, como si fuera otro y me estuviera viendo hacer el arte que hago. Feliz, vibrante, monárquico. Así termino lo que sea y espero la opinión de mis amigos, los selectos. Una cofradía de humanos que me soportan y dan muy buenas opiniones. Mi mujer es la primera en opinar, periodista de profesión, y con una sapiencia exquisita. Así va rodando la obra hasta que pareciera que ya está terminada. Y cuando sale al mundo, me doy cuenta de que no puedo con ella. No la soporto. Empiezo a verle miles de defectos y la detesto, para siempre. Por eso no puedo leer mis libros ya publicados, ni mis dibujos, ni la música que compongo. Es terrible. Altamente doloroso.

El mundo del teatro forma parte indiscutible de tu realidad como artista, ¿hasta qué punto sientes que la comprensión de la teatralidad ha impactado en el sentido narrativo de tus libros?

Vivir el teatro tanto como aficionado como profesionalmente me ha desarrollado, además, como ser humano. Yo era un rocker tímido y con mucho que callar, pero el teatro me abrió las puertas del pecho e hizo que salieran una a una mis angustias, mis congojas y hasta las piedras de mis zapatos. Me ha dado no solo el sentido de la espacialidad, todo existe con una función determinada en este mundo sino, también, el de la humanidad. Somos humanos por una cualidad y no por otra; y con un fin determinado estamos en este mundo y no en otro. Aparte de ello, el teatro me hizo aprender de la técnica sin necesidad de ir a la escuela, ni de pasarme años estudiándolo. Solo lo viví, y me alimenté, vestí, de ello. Fui muy feliz en el teatro como mismo lo soy gracias a A.M.O.R.C. que también diseñó el dibujo de lo que sería, luego, mi personalidad. Además, me dio todas las herramientas para que en el futuro me dedicara a escribir críticas teatrales, asunto que me fascina.

¿Cómo trazas la arquitectura de un libro de relatos?

A veces un libro me surge con la misma fuerza de la primera línea del primer cuento o parte, así como el título. Muy raras veces desarrollo el libro con los cuentos ya escritos y reunidos después. Es un todo en común que me ayuda a que sea más cerrado el sentido de este. Me ayuda a que, después, se comprenda mejor lo que quise decir, aunque esto no significa que la idea primigenia se mantenga inamovible durante años.

Hay libros que he demorado más de ocho años en publicar desde la primera vez que lo escribí y han sufrido tantos cambios que ya ni se parecen a la idea inicial; pero son los que más me han dado placer y han quedado más en la memoria de algunos lectores. Alguna que otra vez dibujo el libro que quiero hacer y trato de guiarme por ese plano. Así también me funciona. El asunto es que veo al libro de cuentos como un juguete de arme y desarme. En el deseo juvenil de transgredir los límites, intento romper esquemas como los de un cuento detrás del otro aunque, en esencia, sea esa la forma. No creo que exista otra manera de armar un libro de cuentos. Nadie puede poner dos cuentos a la vez, o todos los cuentos a la vez, que no sea uno detrás del otro. Es como la pintura. Uno trata de darle riendas sueltas a la imaginación o a la musa, pero casi siempre traza un plan, una forma.

El diseño, tanto teatral como editorial, ¿de qué manera complementa tu vocación como escritor y qué comprensión del universo de la industria del libro te ha enseñado?

Me veo menos como diseñador. Es así de sencillo. Es un oficio, una manera digna y profesional de ganarme el dinero y asegurar el futuro. Pero no creo que el diseño haya contaminado mi vocación de escritor; más bien a la inversa. Al diseño le hallo correlatos como escritor. Y justifico un trazo o una forma de la manera más conceptual posible, como si con ello estuviese haciendo literatura. Es curioso, pero las cosas ocurren así, a la inversa. No le resto el valor al oficio de diseñar, pero tampoco le doy el papel determinante sobre mis otras profesiones.

Al diseñar a tus personajes, ¿qué recursos empleas? ¿Sientes que la Psicología te dotó de un set de conocimientos sobre la mente y el alma humana que has podido, después, verter en tus historias?

Llegué a la Psicología después de ser escritor. Y me hice consciente de algunos elementos psicológicos de mis personajes cuando estaba en la carrera. Nunca lo hice consciente, ni ahora que ya estoy graduado. Son prácticas que uno va adquiriendo de las lecturas que hace. Creo, como decía Robert L. Stevenson, que los personajes literarios son como cubos de papel. Como cubos de papel que se van armando de personalidad mientras voy corrigiendo las historias. No los trazo. Los veo andar. No les hablo, les permito hablar. A veces, conscientemente, los copio de la realidad o de mí mismo. Y transfiero conocimientos que tengo de otros en ellos y los disfrazo para no descubrir alguna cosa, algún mensaje secreto que dejo en el cuento. Por lo general se me ocurre la historia, no los personajes. Ellos son parte del escenario. Son las herramientas para transmitir una idea. Sé que suena feo. Sé que pareciera una cosa morbosa, cruel. Pero así es. No creo que hacerlo de otra forma sea más caritativo solo por parecer más humano. Los personajes de mis historias son peleles que se mueven a mi antojo. Eso sí, tienen un basamento personológico real, basado en mí y, quizás por eso, parecen más psicológicos o más reales. Pero no dejan de ser cubos de papel.

De tus libros (los inéditos, los publicados), ¿cuál ha quedado tatuado en tu memoria y por qué? Si tuvieran que reconocerte por uno solo de esos libros, por una sola de esas historias, ¿cuál elegirías?

Mi primer libro, en el año 99. Mi primera persona, porque fue Yamilé Tabío Rodríguez la mujer que me inventó como escritor, la que me ayudó y alentó a armar ese libro de cuentos. Lo mandamos a un concurso y fue mi primer concurso nacional en el que saboreé la victoria. En ese primer libro estoy yo más al desnudo. Están historias de fantasmas y cosas imaginarias que siempre me fascinaron. Están Borges y Cortázar, Bach y Picasso. Ahí están mis otras lecturas y mi deseo de ser querido por los lectores y apreciado como escritor. Asuntos que aún están pendientes. Ahí están mensajes en clave para amantes que tuve y que eran casadas y que no se podían decir todas las cosas que normalmente uno les dice a las amantes. Era una gran complicidad. Como mi segundo libro, Esquijarosa, que es el apellido de mi segunda novia en la vida, alguien que significó bastante para mí. Y fue como un punto mágico porque fue, además, mi segunda mujer en la vida sexual y eso, aunque nadie lo diga, tiene tanto significado como la primera.

Mirar con ojos críticos la obra de otro creador es un ejercicio de riesgo, ¿cómo lo afrontas? ¿Cuál es la ética necesaria a la hora de ejercer la crítica? ¿Por qué hemos colocado en picota la cultura del debate y del disentir?

Siempre tengo una opinión sobre cualquier cosa que veo, oigo o digo. Y expresarlo me es fácil. Los pensamientos con criterios fluyen en mí con soltura y logro hilvanarlos. Prefiero más decir que no equivocarme en el criterio. El ejercicio de la crítica es de puro pensamiento. Y no se trata de ser certeros o de poner la verdad al descubierto; se trata de hacer pensar. Cuando tienes un pensamiento genuino es fácil ser polémico. Así soy. Pienso, pienso, y con ello soy polémico. Lo otro es que no tengo miedo de decir eso que pienso, sea bueno o malo. Pero siempre trato de ser constructivo. De que mi opinión sirva para ver la realidad desde otro punto de vista y que la solución parezca, al menos, más palpable. Esa es la ética que me signa.

Disentir no creo que sea el problema. El problema está en disentir un ateo en medio de una misa religiosa, o un satanista en medio de una reunión cristiana. Ese es el punto que muchos no entienden y quieren hacerse entender como disidentes así por así. Es algo complejo, sin dudas. Se ha puesto ahora mismo en la cima de toda la realidad cubana porque muchos no han sabido dialogar y otros no han sabido hacerse entender. A la fuerza no se logra nada. Lo primero es el respeto. Lo primero es escuchar, pero si yo te digo que no quiero dialogar, es mi derecho. Y mi derecho también es entenderlo y aceptarlo.

¿Es la escritura un oficio solitario? ¿Cómo interpretas tú la soledad a la hora de sentarte frente a la potencialidad de la página en blanco?

Si no hay soledad, no hay arte. Porque el arte comunitario existe porque hay un solo y único receptor, al menos, la primera vez. Eso somos los artistas, los primeros receptores. Alguien nos escogió a nosotros para transmitir un mensaje y allá vamos, a duplicarlo y a transmitir. Pero si estamos en compañía de seres queridos, de distracciones y esas cosas, quizás no podamos concentrarnos ni recibir bien el mensaje.

Tengo amigos que escriben en la multitud de un parque, pero cuando les pregunto, no son capaces de decirme que está ocurriendo a solo unos pasos de ellos. Por lo tanto, la concentración es esencial y, con ello, la soledad es tanto íntima como exteriorizante. Te puedes aislar del mundo en medio de una multitud aplastante.

En mi carrera de Psicología, estudié los procesos de concentración y pensamiento, y estaba más que claro que nadie podía hacer más de dos cosas al mismo tiempo. Por lo tanto, si es así, científicamente: ¿cómo puedo yo hablar con mi novia y, a la vez, escribir un gran cuento? No podría, jamás. Por ello, el arte es un ejercicio en solitario. Incluso en el arte grupal, esa de grupos creativos. Tienes que tener un momento a solas para generar ideas y luego ampliarlas en el colectivo o cambiarlas, mejorarlas, en fin.  Siempre la idea base nace en la soledad de uno mismo. Porque es así. Creo yo. No quiero ser absolutista.

¿Cuáles son las principales carencias y excesos, en materia escritural, que acompaña a la literatura que se hace en Cuba, en estos tiempos?

No creo que las principales carencias en materia escritural en Cuba tengan que ver con la censura como algunos predican por ahí. Sin ser un especialista en la materia, pienso que la principal barrera está en lo material. No todo el mundo tiene 600 hojas en blanco para imprimir su obra y mandarla a un concurso, o un poco menos para enviarla a una editorial. Porque para escribir solo se necesita talento y algo que decir. Y, luego, el espacio para que se haga visible tu obra. Al final, la censura siempre va a existir porque es un mal social que no se deslinda de la moral. Sabemos que la moral tiene que ver con las leyes de la convivencia cívica, con lo establecido por una sociedad y su tiempo. Nadie debería ir contra ello y después reclamarle a la censura. Es algo tonto. Porque, de verdad, yo siempre he creído que no hago nada escribiendo sobre abusadores sexuales de niños en una sociedad que deplora ese tipo de actitud. Irremediablemente, seré vetado o censurado en alguna parte del camino. Entonces, ¿en qué sociedad será permitido cualquier tipo de expresión artística? ¿Por qué pensar que ese tipo de actitud solo se tiene en Cuba cuando la historia del arte universal está plagada de actos censurados desde Raphael hasta The Beatles? Y aún hoy. Fuera de Cuba, ¿cuántos artistas no han sido vetados por otros por diferentes motivos? La lista es enorme. Lo triste es que solo los cañones se enfilen hacia Cuba y su Revolución. No creo que la censura sea un mal necesario. No. Es deplorable. Pero orinar contra el ventilador me parece estúpido. Y más aún cuando después se arma una campaña para defenderlo. ¿Alguien tiene derecho a orinar contra el ventilador? Por otra parte creo que, si algún lugar de este mundo es consecuente ahora con el diálogo entre el artista y el Estado, es en Cuba. Stephen King nunca me ha dicho que se ha reunido con los dirigentes del Congreso que él mismo eligió para decirles alguna inquietud social o política que tenga; y nosotros lo hacemos a cada rato desde una asamblea de la UNEAC o de la AHS. Eso es legítimo. Es un logro de esta Revolución.

Ahora bien, que haya artistas que no pertenezcan a ninguna de estar organizaciones y necesiten un espacio de diálogo, es otra cosa. Bien justa y legítima. Pero no tiene que ser a la fuerza. El diálogo para que sea diálogo tiene que partir del consenso de ambas partes; si no, es imposición. El Estado cubano: ¿tiene la obligación de dialogar con todos los habitantes de la isla? Sí, lo creo, pero también tiene el derecho de no dialogar, porque si no estaría siendo esclavizado por una parte de una población que quiere diálogo, que quiere otra cosa. Es algo complejo que merece más de un análisis. Por el momento, yo he tramado mi literatura hasta donde he querido. He escrito lo que pienso y lo he publicado. Nunca he escrito algo que no sienta. La censura nunca me ha tocado un pelo porque mi arte sigue siendo libre y soberano como mi bandera.


«Es imposible crear sin exponerte»

Marlon Duménigo sabe que la literatura se asume como un ejercicio de riesgo. La literatura es un salto al vacío de la (in)certidumbre. Con sus historias, este joven escritor refleja uno de los ángulos de lo real. Ha escogido el vehículo de la palabra escrita para llegar a los otros. Contar es, bien lo sabe, un acto de valor y de supervivencia.

Hay quienes refieren que la literatura les llegó de repente, que el acto creativo los sorprendió en la vida cuando no pensaban, ni siquiera, ser artistas. Otros hablan de un llamado temprano de la vocación. ¿Cuál es tu historia: cómo descubres que este era el camino, o uno de los caminos, que te interesaba transitar?

Mi primer intento de hacer literatura fueron unas cuantas poesías rimadas que escribí a los 12 o 13 años, y que mi madre aún conserva y se empeña en mostrar como un trofeo infantil a los conocidos más cercanos. Digo intento a riesgo de que le palabra le quede grande, pues fueron apenas pinceladas de creación, su principal valor radica en la necesidad de expresar ciertas ideas y que el canal escogido sea precisamente la palabra escrita. Más tarde, en el servicio militar, llevaba siempre en el bolsillo derecho del pantalón una libreta doblada y un lapicero que usaba en los ratos libres para conformar una especie de bitácora que, además, contenía viñetas y reflexiones cortas; concebidas bajo la premisa de “ser escritas solo para míâ€. De hecho, llené más de una libreta (al final no se cumplió eso de que eran para mí, pues todas se perdieron), aunque por ese entonces tampoco podría definirlo como una vocación. Lo más parecido a eso llegaría más tarde, en 5to año de la carrera de Ingeniería en Ciencias Informáticas y, esta vez, para bien o para mal, se cumplió el axioma de que a la tercera va la vencida. Entonces tuve la guía de Anisley Miraz Lladosa, una poeta que me animó a la escritura y a presentar mis textos al concurso de talleres literarios de Trinidad, mi Macondo, la ciudad donde viví hasta los 23 años.

La velocidad de los resúmenes hace que no mencione otros nombres y títulos de libros que influyeron de manera consciente o inconsciente en el deseo de convertirme en escritor. Un deseo que cobró otra dimensión mientras cumplía el servicio social en La Habana, cuando entré al Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso†y al Taller de Ciencia Ficción y Fantasía Espacio Abierto. Creo que este fue el punto de no retorno. Era la primera vez en mi vida que estaba rodeado de escritores, de personas con aspiraciones creativas similares a las mías y fue la primera vez que sentí una retroalimentación. Ese saber que hay otros como tú, con los mismos bloqueos literarios, ansias de publicación, cuentos inacabados y deseos de abandonarlo todo en algún punto, pero que siguen en el camino de la literatura a pesar de todo. En mi caso, porque la literatura, tras casi diez años, consigue emocionarme de la misma forma. Hace que me levante a las 5:45 de la mañana a intentar mejorar un texto y lo hago con toda la energía disponible. Eso tiene que significar algo. Solo si dejo de emocionarme con la literatura dejaré de escribir.

¿Sientes que existe una pauta, una constante, en tu proceso creativo, u optas por ser libre de cadenas vinculadas al ejercicio del oficio o a la costumbre escritural?

Al principio bastaba con la soledad y el café. Me sentaba a escribir cuando me sentía inspirado y rechazaba hacerlo esos días en los que procrastinar se vuelve tendencia. Luego asumí cierta disciplina. Actualmente escribo cinco días a la semana. Con el tiempo fui incorporando, además, rutinas que hacen más predecible o menos extraño el proceso creativo. Escribo por lo general en las mañanas, entre las 6:00 y las 9:00, con el ruido del ventilador de fondo. Solo tomo café mientras escribo y nunca comienzo a escribir la historia hasta tener la primera oración exacta. A veces tengo el resto del cuento o del capítulo en la cabeza y no lo comienzo hasta encontrar esa primera línea que dicta el tono de la historia. Cuando tengo bloqueos literarios recurro al manuscrito, lleno decenas de páginas de tinta azul o negra y caligrafía apurada que, muchas veces, no representa otra cosa que desechar caminos, decantar posibles finales o diálogos que reescribo hasta reencontrarme con el tono o la idea que me permita volver a enfrentarme al teclado y la pantalla definitiva en la laptop.

¿Cuáles sientes son los “siete pecados capitales†de un autor?, ¿qué entorpece la creación?

El acto creativo es tan personal que se vuelve casi imposible elaborar listas sobre lo que debe o no hacerse. Así que quizás esta sea la respuesta más arriesgada de todas. Para hacerlo menos difícil me tomo la libertad de no mencionar factores subjetivos como los estados de ánimo. En mi lista, el orden no obedece a jerarquías, únicamente a un sentido numérico indispensable para no pasarnos horas mencionando posibles “pecados capitales†de un escritor.

  1. No leer.
  2. No reconocer cuándo abandonar un texto.
  3. Editar mientras se escribe.
  4. No dejar “enfriar†los textos una vez terminados.
  5. Procrastinar en exceso.
  6. No ser receptivo a las críticas.
  7. Subestimar los títulos.

¿Los premios te han sido esquivos o confías que existe una arquitectura en tu vida creativa que te llevará a algún punto en específico? ¿Confías en la dinámica de los premios?

Honestamente, hubiera preferido ganar más premios de los que tengo hasta ahora. Sobre todo porque los premios son en este momento la vía más expedita para un autor de publicar su obra en Cuba y, probablemente, la única que le asegure cierta promoción. Como autor me queda intentar ser mejor en cada texto. Si los premios llegan, por supuesto que serán bienvenidos. No renuncio a los concursos como tampoco a otras vías para hacer llegar mi obra a los lectores. Al fin y al cabo no basta un premio para legitimar la calidad de una obra.

Dentro del gremio suele pasar que asociamos los nombres de los autores a sus premios, así podemos citar de memoria los premios de X autor, pero rara vez podemos mencionar los títulos de sus libros. Se debe crear expectativa alrededor de la obra galardonada. Garantizar que cuando se publique, un año después, esta no pase desapercibida entre las noticias generadas sobre los nuevos ganadores.

cortesía del entrevistado

¿Cuáles te parecen son los principales problemas de la literatura joven actual? ¿Son problemas vinculados al mundo exterior (sistema de premios, consolidación editorial, industria del libro, etc.) o más bien relacionados con el mundo interior del creador y sus relaciones con su propia obra?

Pienso que entre los problemas de la literatura hay algunos recurrentes: el tema de los premios, la promoción, la crítica literaria y la inserción en el mercado editorial. Si hablamos sobre autores jóvenes, estos tema cobran aún más vitalidad porque son escritores que no están consolidados y requieren estas oportunidades, aprovechar los focos de atención generados por un galardón más o menos importante, alguna crítica sobre su trabajo, una sólida campaña de promoción, para comenzar a formar parte del imaginario de un posible lector.

Incluso la propia etiqueta de “literatura joven†puede generar predisposición, pues se puede interpretar como la referencia a una promesa, a un escritor que aún necesita madurar. Y, aunque es cierto que el oficio de escritor requiere de experiencia, considero un error asociar la edad a la falta de madurez creativa. Se puede hacer buena y mala literatura a cualquier edad. Conozco varios escritores jóvenes, publicados e inéditos, que muestran una calidad extraordinaria en sus textos, que sencillamente hacen buena literatura, a secas.

¿Es la literatura un proceso de fricción entre la realidad del autor y la de sus personajes, o ambas esferas coinciden en algún punto? ¿Cómo te sucede a ti?

Tiene un poco de las dos cosas. Desde el punto de vista de la historia, los personajes tienen vida propia y se desenvuelven de acuerdo a un argumento narrativo que la mayoría de las veces no tiene puntos de contacto con la realidad del autor. Pero la literatura, además de argumento y estilo, necesita emoción. Es muy difícil transmitir emoción si no se ha sentido antes, creo que en este punto es donde el autor apela a su propia experiencia, ya sea apoyándose en situaciones vivenciales o porque ha recreado tanto la escena que termina viviéndola de algún modo. Al menos ese es el recurso que utilizo. Ponerme en el papel del personaje, intentar sentir y reaccionar como lo hubiera hecho él ante una determinada situación, pero desde mis emociones, que son el único recurso a mi alcance para hacerlo lucir verosímil.

Los actores siempre ponen algo de sí mismos a los personajes, creo que sucede parecido con los escritores. Es imposible crear sin exponerte un poco.

¿Cuáles son las historias que te interesa contar y los personajes que quieres representar?

Me interesan las historias en las que pueda sorprender, historias que dejen sensaciones encontradas. En las que pueda llevar al límite situaciones cotidianas, encaminarlas hacia niveles de realidad que, por lo general, mudan hacia el absurdo o el surrealismo, sin perder ese toque de verosimilitud que las haga palpables al lector, casi posibles. Me interesa trabajar con ese nivel de realidad en el que, si das un paso en una dirección, caes en la fantasía y, si vas hacia el otro, te das de bruces con tu propia existencia.

En cuanto a los personajes, me atrapan los matices. El de la historia de vida triste y que aun así te provoca una sonrisa amarga, el que se esfuerza por hacer lo correcto y termina jodiéndolo todo. Personas comunes que de pronto se encuentran en medio de conflictos inesperados que las obligan a tomar decisiones en apariencia irónicas; personajes que dialoguen sin parecernos ajenos, con nuestra percepción de lo conveniente, de lo negativo, de los estereotipos.

Existe el mito del escritor “todoterrenoâ€, el escritor que muchos géneros abarca, ¿asumes de alguna manera este calificativo o prefieres apostar tus cartas en un solo sentido?

Hace algunos años incursioné en la poesía, pero me considero narrador. Es el género donde me siento más cómodo y el que se acerca más a mis intereses creativos. Aunque admiro a los escritores que son capaces de moverse dentro de varios géneros y saltan del teatro a la poesía o al ensayo, prefiero apostar por el cuento y la novela. Eso no descarta que en algún punto decida recorrer otros derroteros literarios.

¿Has renunciado a escribir alguna historia? ¿Por qué?

Prefiero utilizar el término aplazar, acaso un eufemismo con el cual sentirme menos culpable o tornar menos flagrante ese temor a involucrarme en una novela histórica que lleva años orbitando entre mis proyectos, y que siempre se aplaza un año más. Además de algunos cuentos cortos que he dejado a medias o ni siquiera he comenzado porque sé que no dan para más y que ni siquiera vale la pena mencionar. Esta novela biográfica sobre uno de los deportistas cubanos más destacados del pasado siglo sería la respuesta a la primera parte de tu pregunta. ¿Por qué no me decido a escribirla? Porque siento que aún no estoy listo para enfrentarme a una investigación que podría durar años antes de escribir la primera línea de la novela. Porque necesito terminar antes con otros libros que están a medio camino y aprovechar esa certitud, esa alegre confirmación de haber concluido otras novelas, para superar las crisis y los bloqueos que estoy seguro me asaltarán en ese otro proyecto, que irremediablemente tampoco empezaré en el 2021.

¿Existe la autocensura? ¿La has sentido?

Un doble sí a tus preguntas. Existe la autocensura y, de hecho, afecta de forma notable la calidad literaria. La he sentido, a veces de forma más evidente en cuanto a un argumento, un personaje; otras en formas tan sutiles como esa necesidad de edulcorar ciertas frases que pueden resultar ríspidas, incómodas… Vale aclarar que aunque resulte obvio, la autocensura no es un acto inherente al escritor, es una reacción a la censura y, como toda reacción, a veces genera un efecto más destructivo porque es el propio autor quien desarrolla mecanismos para limitar y socavar sus engranajes.

Lo peor es que se ha vuelto casi natural, una parte del proceso creativo y da al traste con muchas obras que terminan convirtiéndose en historias frías, carentes de espíritu, por el simple hecho de estar pendientes al “qué diránâ€. Y no solo el “qué dirán†los decisores o las personas encargadas de evaluar o censurar tu texto, muchas veces se trata de cómo puedan reaccionar ante determinada historia tu familia, colegas, amigos… Pero es muy difícil hacer arte con tantas concesiones. Si el arte se empeña en ser complaciente se convierte en un simulacro.

cortesía del entrevistado

El papel del autor como autopromotor, ¿lo defiendes?

Definitivamente. Sobre todo en el contexto cubano en el que los espacios de promoción son tan limitados. Las alternativas de los autores de crearse páginas de Facebook, perfiles en Instagram, gestionarse espacios de presentación y otras estrategias con las que llegar al lector me parecen no solo una opción válida, sino necesaria. Lo que me parece absurdo es que toda la responsabilidad de promoción recaiga en el autor. Que las editoriales asuman que el trabajo está concluido una vez que se imprime el libro, cuando en realidad es ahí donde empieza lo difícil: llamar la atención dentro de un mercado literario plagado de propuestas, muchas de ellas interesantes. Además, el libro no solo compite contra obras literarias: se enfrenta a Internet, a sus redes sociales y sus algoritmos especializados para captar y mantener la atención de un ser humano durante horas. Si pretendemos que el libro llegue al lector, no basta con una presentación en la Feria. Son necesarias muchas, muchísimas otras acciones de promoción y, de algún modo, los escritores aprovechamos los canales digitales para hacerlo. Con impericia, cierto, improvisando sobre la marcha, con las limitaciones propias de los que intentan, qué remedio, reemplazar el rol promocional que deberían cumplir las editoriales.

Si pudieras elegir a un autor, vivo o muerto, con el que escribir a dos manos un cuento o una novela, ¿quién sería?, ¿por qué?

William Faulkner. Cuando pienso en autores es el primer nombre que arriba siempre. Después de leerlo nada quedó en su sitio. Todas las lecturas posteriores estuvieron signadas por una comparación ¿Mejor que Faulkner? No, ni de lejos. Faulkner al derecho, Faulkner al revés. Definitivo. Jodidamente Faulkner.